El extranjero de Camus-Reseña

Junto a “El hombre rebelde”, El extranjero de Camus es una de las novelas más destacadas de Camus. A pesar de su brevedad, la intensidad de sus ideas permiten que, aún hoy, mantenga la fuerza de su mensaje. De hecho, puede que incluso sea más fácil hacerlo desde los parámetros actuales, en cuanto que muchas de las problemáticas que plantea se adelantaron a su tiempo. Por ello, era inevitable que en una página como ésta aparezca como recomendación para las mentes inquietas, esperando fomentar su lectura, pues no es otro el objetivo de ésta reseña.

La novela existencialista que protagoniza este artículo nos lleva a meditar sobre la sociedad y la condición humana. Con su protagonista nos preguntaremos por nuestro lugar en el mundo, en una vida un tanto absurda al tener que convivir con fuerzas incontrolables. No son pocas las preguntas que golpearan al lector, como ¿hasta dónde los condicionamientos sociales hacen de nuestra vida una existencia inauténtica que vive en una especie de teatro?, ¿por qué condenaríamos al que se sale de dicho espectáculo?, ¿debemos renunciar a nuestra libertad individual para vivir en comunidad? o ¿ésto supone dejar de ser nosotros mismos?

Las dudas y reflexiones implícitas a su lectura superará el número de páginas de la obra, solo alrededor de 70. La potencia de su mensaje amenaza con empujarnos a meditar sobre nosotros mismos. Me adentraré un poco más en su contenido para compartir con ustedes el alcance del mismo e invitarles a que devoren las letras de este premio Nobel, que nos enfrenta a nosotros mismos a través del espejo de la literatura.

Creación de la obra

Ésta obra fue ideada en agosto de 1937. En aquél momento Camus convalecía en un sanatorio de los Alpes, por una recaída que padeció desde que enfermó de tuberculosis en 1930. En Carnets cuenta que terminó la novela en mayo de 1940, pero sería publicada en 1942.

La época y las circunstancias que la rodean nos dan una pista de cuáles fueron los acontecimientos que la inspiraron. Sin duda, la enfermedad que debilitaba al autor, la atmósfera de una Europa que vivía el final de la entreguerra y el comienzo de la segunda guerra mundial ayudaron a que en sus páginas nos enfrentemos a una visión pesimista de la historia y la condición humana.

Cuando fue publicado El extranjero apareció como una alegoría sobre la locura del mundo y de la vida. En definitiva, como una metáfora literaria de una filosofía que también está presente en “El mito de Sísifo” (publicado después de ésta novela). ¿Pero es sólo ésto lo que encontramos en ella? Lo cierto es que las reflexiones que nacen de su lectura dan para mucho más.

La novela

El protagonista de la obra es el medio con el que Camus nos llevará a su absurdismo. No es otro que Meursault, que representa la encarnación del ser humano arrojado a una vida sin sentido. Además, éste aparecerá como una víctima de la enfermedad del mundo, pues detrás de lo socialmente admitido, como mecanismo que guía el comportamiento de los individuos, estaría escondida la irracionalidad humana.

Pero, también, Meursault también se erige como prototipo del hombre auténtico. El que se acerque a la lectura de El extranjero descubrirá que su protagonista es un ser humano incapaz de engañar o engañarse, a quien el resto condena por su imposibilidad de fingir lo que no siente.

No debe sonar extraño, la sociedad que nos muestra Camus, quizás con mucho acierto, está caracterizada por las convenciones que obligan a las personas a fingir comportamientos y sentimientos que les permitan ser aceptados por el grupo. Pero ¿qué ocurre si nos salimos de la norma?

Meursault como mártir de la verdad

Esto es lo que hace Meursault. Él no atiende a las apariencias, ni enmascara sus sentimientos, y por ello el resto se sentirá amenazado, pues para que el grupo conviva es necesario ser prudente, decir más de lo que es verdad para alagar a algunos, decir menos de lo que cierto para no dañar a otros…A nuestro protagonista no le importa nada de ésto, él se presenta como un hombre que actúa con plena libertad individual, es un ser humano dispuesto a morir por la verdad. Pero las consecuencias no son pocas, con ello nos enfrenta a importantes dilemas éticos.

Con este personaje la obra se ha convertido para muchos en un alegato contra la tiranía de las convenciones y de la mentira en que está asentada la vida social. Meursault, para muchos lectores , es un mártir de la verdad, por no representar un teatro de su vida para que encaje con la del resto.

Desde el principio de la novela, impresiona esta peculiar forma de ser. La trama comienza con la muerte de su madre. Ya en el entierro se muestra incapaz de mostrar más tristeza de la que se siente y decir las cosas que, en esas circunstancias, todos esperan que un hijo diga. A medida que avanza la historia el protagonista tampoco puede disimular ante un tribunal arrepentimiento por haber matado a un hombre. Y la sociedad, más que por el asesinato mismo, lo señalará y condenará por dicha actitud.

Más allá de la teatralidad

Como he dicho anteriormente, Meursault será convertido en una víctima por no querer participar de una sociedad teatral, por no formar parte de una hipocresía aceptada en favor de la convivencia. Esto hace que muchos vean en él una especie de héroe, pero dicha lectura es parcial. Hay otras cuestiones que merecen destacarse en la obra.

Una de ellas es que los acontecimientos que suceden hacen una fina parodia de la administración de justicia, al tiempo que nos muestra lo más oscuro del mal periodismo. Y es que la manera en la que procede el juicio de Meursault es realmente escandalosa. El lector percibirá fácilmente como este personaje es señalado por quién es y no tanto por sus actos. El debate respecto a su condena se centrará en la actitud del protagonista que, incapaz de fingir ser otro, no mostrará arrepentimientos y por una especial frialdad respecto a los demás será juzgado doblemente.

Esta reacción ante la personalidad del acusado señala al vicio de la justicia, y cómo está depende en gran de la necesidad de mantener una máscara en esa vida teatral en la que todos estamos inmersos.

El dilema de fondo

Además, hay una última cuestión sobre la que cabe reflexionar con El extranjero. Aunque sea cierto el carácter hipócrita de las relaciones sociales, también lo es que la convivencia solo puede surgir del consenso y la empatía.

El acuerdo de los seres humanos que componen un grupo, en cuanto a formas que deben ser respetadas, es precisamente lo que permite el mantenimiento del mismo, de lo contrario seríamos una especie de jungla basada en la supervivencia del más fuerte. Sin embargo, Meursault es libre hasta el extremo, e indiferente a estos acuerdos y patrones de socialización.

Entonces, cabe preguntar respecto a su individualismo si la manera de ser del protagonista es preferible a la de quienes lo condenan, o ambas son reprochables. Es algo discutible, y ésta que escribe no tiene una solución definitiva al dilema, ni siquiera Camus insinuará en sus páginas una conclusión a este respecto. Posiblemente es una tarea que le toca asumir a sus lectores.

¿Por qué leer El extranjero?

Está obra nos habla de algo que vivimos todos y que no deseamos reconocer: la renuncia a la soberanía absoluta, el recorte de ciertos impulsos, fantasías, que si se materializaran pondrían en peligro a los demás. En realidad, en estas páginas nos enfrentamos a nuestra propia tragedia. Meursault simboliza la condena del ser humano cuya libertad ha sido mutilada para que la vida social sea posible. Con su individualismo extremo el personaje de Camus despierta una extraña empatía: en el fondo todos nosotros reprimimos un prisionero nostálgico, que quisiera ser tan libre, sincero y antisocial como es él.

Sin embargo si todos actuáramos así se desintegraría al conjunto. En consecuencia aparece la necesidad del «teatro», de la mentira en las relaciones humanas. A pesar de que ninguno nos reconocemos como parte de esa “obra” en realidad vivimos dentro de ella, y sin desearlo, por ello simpatizamos con un hombre que ignora al bien común.

Si se le interpreta como un héroe es por nuestro deseo reprimido de la libertad total de la que él dispone. Pero debe tenerse en cuenta que Meursault no se sale del teatro por convicciones o rebeldía, simplemente lo hace porque es así, porque le es indiferente dicho juego, y por tanto también las consecuencias de sus actos. A pesar de lo cual, amaremos a este personaje, y con ello reconoceremos una parte oscura en nosotros mismos.

Esto hace necesaria la lectura de la obra, pues no podemos conocer nuestra luz sin enfrentarnos antes a nuestras propias sombras.

Raquel Moreno Lizana.