El Tetrafármaco. Epicuro para superar los miedos

Epicuro de Samos es conocido especialmente por su defensa de un hedonismo racional. Pero la rica filosofía que nos legó este sabio no puede resumirse en una defensa de los placeres. Su hedonismo está dirigido a llevar una vida en paz que nos conduzca a la felicidad. Por ello, además de un maestro de escuela encontramos en él un maestro de vida, cuyas reflexiones aún son extensibles a la sociedad actual y, por ello, fuente de aprendizaje.

En este artículo no me centraré en su doctrina hedonista, de la cual también cabe aprender bastante, sino en otra aportación de este genio cuyo mensaje sigue tan vivo como cuando lo pronunció. No es otra la cuestión que “el tetrafármaco”, una teoría epicúrea que nos habla de los miedos humanos.

La atención que presta este filósofo a dicho asunto es necesaria, pues si su objetivo es una vida feliz es precisamente el miedo uno de los elementos que, a su juicio, lo impide. Por ello, para practicar su propuesta hedonista, son los miedos un objetivo a combatir. Profundizaré en la concepción de este filósofo sobre ello y a partir de aquí juzgue el lector si desea reflexionar sobre lo que dijo este sabio de la antigüedad.

¿Qué es el tetrafármaco?

El tetrafármaco (Tetrapharmakos) era un antiguo remedio griego, usado también más tarde por los romanos, formado por cera amarilla, resina de pino, colofonia y sebo de carnero. Estas cuatro sustancias se mezclaban creando uno de los ungüentos que se depositaba en las heridas abiertas, con el fin de facilitar la supuración de sustancias dañinas para el cuerpo.

En principio el término aludía a un remedio de la medicina natural, pero Epicuro usó también este concepto para proponer una “medicina para el alma”. Así como el ungüento griego tenía cuatro ingredientes, había para el filósofo de Samos cuatro tipo de miedos que impiden a las personas alcanzar la felicidad.

A su juicio hay que eliminar estos cuatro temores para llegar a la tranquilidad de espíritu y la vida libre, que permitirían que los seres humanos vivieran lo mejor posible. El temor crea esclavos y no personas felices, por ello, combatirlo es una prioridad.

El remedio, haciendo así de la filosofía una medicina para el alma, lo resumió en cuatro versos, cada uno de los cuales se correspondía con una idea para conseguir esa felicidad. De las muchas traducciones que han llegado a nuestros días, me voy a quedar con la más fácil y directa:


No temas a dios,
no te preocupes por la muerte.
Lo bueno es fácil de conseguir,
lo espantoso es fácil de soportar.


Traducción del Tetrafármaco tal como se encuentra en el papiro de Herculano en la Villa de los Papiros.

Los cuatro miedos

Que el miedo impide que el ser humano sea feliz es algo que todos sabemos por experiencia directa. La preocupación, el terror y sensaciones afines pueden paralizarnos, impedir que trabajemos en favor de nuestros proyectos debido a la inquietud que provoca la posibilidad del fracaso, etc. En definitiva, Epicuro está en lo cierto cuando señala este sentimiento humano como algo que debe eliminarse para llevar a cabo una vida con la que estemos satisfechos. Pero, ¿cómo combatirlo?

Este hombre era filósofo y no escritor de autoayuda, por ello no encontraremos una fórmula general con unas pautas de cómo vencer el miedo. Pero si que analiza cuáles son los temores que acosa a todo ser humano y al racionalizarlos muestra el absurdo de los mismos, lo cual seguramente es mucho más eficaz para poder afrontarlos con serenidad.

Así, Epicuro distingue entre cuatro tipo de miedos presentes en cada persona, sobre los que voy a reflexionar con éste maestro de Samos.

Miedo a los dioses

En la Antigua Grecia existía una gran preocupación por satisfacer a la divinidad y no llevar a cabo actos que fuesen ofensivos para ésta. Muchos vivían con un miedo constante al posible castigo divino. Muchos filósofos griegos consideraban que ésto estaba fuera de lugar.

Epicuro, en particular, defendía que los dioses sólo representaban un estado superior de felicidad, mediante seres indestructibles e invulnerables, que únicamente pretendían ser un modelo a seguir. Pero sobre todo, que estos pertenecían a otro plano de realidad diferente al nuestro, por lo cual dar por hecho que podemos construir una ética en consonancia con ellos es absurdo y pensar que se preocuparán por nuestras acciones también. ¿Por qué íbamos a preocuparles más que una simple hormiga?

Sabemos que años más tarde, con el pensamiento cristiano, el temor al castigo divino ha desembocado en un constante sentimiento de culpa, que aplicando la perspectiva de Epicuro no sería más que un lastre para nuestra felicidad. Para él, el plano divino y el humano son diferentes, con lo cual hacer a uno dependiente del otro en función del temor es absurdo, algo así como “mezclar tocino con velocidad”.

Temor a la muerte

Es posible que el anterior temor no viva en todos los seres humanos, pues si uno no cree en la existencia de la divinidad o el castigo de ella queda libre de este peso. Sin embargo extraño sería que la muerte nunca le hubiese inquietado. Parece que éste es uno de los miedos más comunes. Pues según Epicuro, también es un absurdo. Respecto a ella racionalizará el caso con una de sus sentencias más populares.


 “…la muerte, no es nada para nosotros, porque cuando estamos allí, ella no está, y cuando ella está allí, ya no estamos allí”.

Cartas a Menedeo

Sin duda es un argumento genial como poco. Como puede verse en esta afirmación, según Epicuro tras la muerte no hay dolor. Este filósofo parte de la premisa de que somos un cuerpo en el que reside un alma. Pero definitivamente un cuerpo. Cuando llega la muerte ese cuerpo deja de funcionar, con lo cual el dolor para él no existe. Aunque se creyese que el alma sigue existiendo lo que permanecería ya sería algo diferente, en cuanto que la corporalidad, esa que recibe las sensaciones físicas, entre las cuales se encuentra el dolor, ya ha dejado de estar presente.

En pocas palabras, Epicuro decía que no conocemos la muerte porque estamos vivos, que no había que tenerle miedo a algo que no conocemos y que cuando la conozcamos ya no sentiremos.

Siendo así, ¿por qué preocuparnos entonces? La ansiedad ante la muerte merma la felicidad y la vida plena. Peor aún es cuando la vida está ligada a una obsesión por hacer lo correcto para ser premiado con una vida después de la muerte, y no arder en el castigo eterno, pero como hemos dicho en el punto anterior esto también le resultará lógicamente absurdo.

Miedo al dolor

Aunque Epicuro es hedonista el dolor no es ignorado por parte de este autor. Él busca que el ser humano tenga una vida feliz, sin embargo sabe que nuestra existencia implica también momentos de dolor. Los epicúreos entendieron que la sensación dolorosa forma parte de nuestra naturaleza, pero también que ésta no era eterna, y que tras etapas de dolor vendrían siempre otras de placer.

En la aceptación de este hecho está la clave para dejar de temerle. No se debe limitar las acciones por miedo al dolor. Y sobre todo, una vez que este aparezca es necesario no esclavizarnos viviendo constantemente preocupados de cuando se marchará. No por más meditarlo lo hará antes.

Curiosamente Epicuro conocía bien este hecho, fue un hombre enfermizo durante toda su vida. Pero consideraba que el dolor podía ser una escuela para la vida y por momentos es sustituido por el placer. Aceptar que ambos son inevitables es dejar de vivir temiendo a su aparición. El absurdo aquí reside en que somos seres sensitivos, si será irremediable que aparezca el dolor, para qué perder el tiempo temiéndole.

El miedo al futuro

En este punto hay que tener presente que aunque Epicuro creía que todo tenía una causa también aceptaba la existencia del azar. Y no solo aplicándolo a la física, como hacía en la teoría atomista a la que era afín, sino también a la vida humana.

Si acepta la existencia del azar esto implica que no todo lo que le sucede al ser humano depende de sí mismo. Parte de lo que nos ocurre en nuestras vidas depende de circunstancias externas sobre las que no tenemos poder. Entonces, el futuro ni depende enteramente de nosotros, ni tampoco nos es totalmente ajeno. Siendo así, no debemos esperarlo como si hubiera de venir inevitablemente ni tampoco desesperarnos como si no hubiera de venir nunca.

En definitiva, está bien tener ilusiones y proyectos pero aceptando, como en el caso del dolor, que las cosas a veces no ocurren como quisiéramos. Desesperar por un futuro que no depende enteramente de nosotros nos hace esclavos de nuestros deseos y con ello perdemos la posibilidad de disfrutar de lo que sí tenemos en el momento que vivimos. El absurdo es evidente, no por más desear tenemos el control del mañana. Conviene entonces trabajar en el presente a sabiendas de que nos esperan sorpresas que afrontar, aceptando las mismas con la mayor serenidad posible.

Despedir a los miedos como condición para la felicidad

A partir de aquí, cabe decir que a nivel individual posiblemente sean muchos más los temores que azotan a cada persona, y cada uno de ellos dependerá de su historia personal. Pero también será aplicable el pensamiento de Epicuro en cuanto se pregunten ustedes por las limitaciones que éstos suponen. Éste filósofo no otorga una fórmula mágica para vencerlos, pero nos muestra el absurdo de los mismos, y con ello la superación del miedo se hace mucho más sencilla, pues parte de la racionalización de nuestros temores.

La tarea es necesaria para conseguir la felicidad de la que habla este pensador, caracterizada por un estado de bienestar corporal y espiritual al que denominó ataraxia (ἀταραξία). Pero ésta ya es otra historia…

Raquel Moreno Lizana.