El talento, según Dostoyevski.

Fiódor Dostoyevski (Moscú, 11 de noviembre de 1821-San Petersburgo, 9 de febrero de 1881) es considerado por muchas personas el mejor escritor de todos los tiempos. Si lo es o no posiblemente es materia a debatir y la palabra final está en manos de los lectores. De lo que no cabe duda es de que hablamos de un maestro de las letras, un genio de talento incuestionable cuyas obras han pasado a la historia y siguen estando tan vivas como cuando fueron escritas.

De él dijo Albert Einstein: «Dostoyevski me da más que ningún científico», para resaltar el valor humano, social y psicológico de sus novelas. Títulos como “Crimen y Castigo”, “El idiota” “Los endemoniados” y “Los hermanos Karamazov” así lo atestiguan. Virginia Wolf llegó a decirnos de la misma que: «Aparte de Shakespeare, no hay lectura más emocionante que Dostoyevski».

Se trata de un maestro de reconocimiento universal, de cuyo talento no cabe la duda. Pero, ¿cómo describir su genialidad? ¿En qué consiste ese mismo talento que en él nos maravilla?

La respuesta para el común de los mortales es un enigma, pero el mismo Dostoyevski nos habló sobre qué era el talento, así pues, atendamos a sus propias letras, que aún tienen mucho que enseñar. Su definición de talento no pertenece a ninguna de las obras citadas, sino a otra cuya lectura aprovecho para recomendar. Se trata de “Diario de un escritor”.

Diario de un escritor

Diario de un escritor fue la publicación mensual que Dostoyevski dirigió desde 1873 hasta su muerte en 1881, unas páginas donde quedó agrupado todo su pensamiento y donde tenían cabida cuestiones tan variadas como la actualidad rusa, la crítica política o social, el análisis literario y cultural, o las impresiones personales antes los diferentes sucesos históricos.

En los escritos que lo forman, apasionado y radical, Dostoyevski documenta hechos como el conflicto entre eslavófilos y occidentalistas, la situación política europea o los problemas de educación en la Rusia de la época, al tiempo que dedica algunas de sus mejores páginas a los grandes literatos rusos (Pushkin, Lérmontov, etc.), a ensalzar obras recientes (como Anna Karénina) que en la actualidad son clásicos, y donde también publicó incluso algunos de sus más conocidos relatos, como El muzhik Maréi o La mansa.

Este conjunto de escritos se publicó como un libro que todos podemos disfrutar y en el que podemos conocer en mayor medida el pensamiento más íntimo del genio ruso. La variedad de temas tratados tienen como hilo conductor la mente de este genio, sus preocupaciones, su visión de la vida, etc.

Hablamos de un conjunto de artículos que nos asoma a una de las mentes más brillantes de la historia, que nos empuja a la reflexión a través de sus letras. De género inclasificable y límites difusos, en sus páginas tiene cabida por igual la actualidad, la crítica literaria y algunas de las más importantes narraciones breves de Dostoyevski.

Entre estos escritos encontramos cuestiones como las planteadas al principio de este artículo: ¿qué es el talento? Una pregunta que se agudiza si hablamos ya de genialidad, como en el caso de Dostoyevski. No obstante, puede que por ello mismo sea una buena guía para encontrar respuesta a este interrogante. Así pues, invitamos a atender a su respuesta con el fragmento que dedica al asunto y que añado, parcialmente, a continuación.

“El talento” de Dostoyevski

¿Qué es el talento? El talento es, ante todo, una cosa muy útil. El literato de talento es capaz de expresarse bien allí donde otro se expresaría mal. Dices que, en primer término, hace falta una dirección y, después, el talento. Conforme; yo no me proponía referirme al arte, sino tan solo a algunas propiedades del talento, generalmente hablando.

Las propiedades del talento, generalmente hablando, son muy diversas y, a veces, sencillamente insoportables. En primer lugar, <<talento obliga…>>, ¿a qué, por ejemplo? Pues, a veces, a las cosas más feas.

Aquí surge una cuestión insoluble: ¿es el talento el que domina al hombre o el hombre quien domina su talento?

A mi, según las observaciones que he podido hacer sobre los talentos, vivos o muertos, se me antoja muy difícil que el hombre pueda dominar su talento, siendo este el que, por el contrario, gobierna a su poseedor y, por así decirlo, le tira de la manga (sí, así como suena), arrastrándolo a gran distancia del verdadero camino.

En no sé qué pasaje de Gogol, un embustero se pone a contar no sé qué, y quizá dijera la verdad; pero intercalaba tales pormenores en el relato, que no era posible que lo fuera. Cito esto únicamente a modo de símil, aunque hay talentos especialmente fraudulentos. El novelista Thackeray, describiendo un hombre de mundo, embustero y chistoso, de buena sociedad y que se trataba con lores, dice que al salir de una reunión gustaba dejar detrás de sí un reguero de risas; es decir, que se reservaba la mejor gracia para el final, con objeto de suscitar la risa.

Esa misma preocupación puede acabar por hacerle perder toda la seriedad a un hombre. Sin contar con que cuando tal agudeza no sucede espontáneamente, es preciso idearla. Me dirán que con tales exigencias se hace imposible la vida. Y es verdad. Pero convendrán conmigo también en que raro es el talento que no presenta ese achaque, casi innoble, que siempre influye en el hombre más despejado.

A mis críticos. No persigo honores ni los acepto, y no es en verdad mi intención trepar a las estrellas para orientarme.

F.Dostoyevski. Diario de un escritor